martes, 21 de abril de 2009

LA DIVISIÓN SOCIAL Y RACIAL DEL TRABAJO: SU ACCIÓN POLITICA E IDEOLOGICA.
Freddy Tarcaya Gallardo

En Bolivia la violencia política, la masacre, el genocidio y el asesinato selectivo fue la agenda de los grupos represivos al servicio de los intereses de las clases dominantes. Este ejercicio de la violencia se impuso desde tiempos fundacionales de la república, pues las acciones represivas adquirieron connotaciones segregacionistas y racistas. Cuando los muertos en las “campañas de guerra interna”, por ejemplo, eran indígenas de la batalla de Kuruyuqui[1] en 1892. Este episodio, para resistencia Guaraní marcó la derrota definitiva a la colonia española y su prolongación: la novel república boliviana.

En otras circunstancias también fueron masacrados indígenas proletarizados de overol y guardatojo que habían levantado su grito rebelde por peticiones saláriales en la localidad nortepotosina de Uncía en 1923, esta masacre abrió el proceso histórico de la lucha de clases en términos de la moderna sociedad capitalista [2]. Ya que desde inicios de la explotación del estaño en Bolivia, esta actividad extractivita marcó el rumbo de los acontecimientos políticos del país, las luchas obreras por una parte y el poder de los tres "barones del estaño" Patiño, Hochschild y Aramayo, dueños absolutos del "Súper Estado", se vieron enfrentados permanentemente. Muchos de esos choques terminaron en brutales masacres.

Posteriormente a la masacre obrera de Uncía, en 1942 la masacre de Catavi, 1949 masacre de Siglo XX. Luego de la nacionalización de las minas, la masacre fue el expediente fácil y certero para aplacar demandas obreras. La masacre de Sora Sora 1964 y la de San Juan 1967 y otras ensangrentaron campamentos durante el periodo nacionalista. La última masacre obrera se ejecutó en diciembre de 1996 durante el Gobierno de Sánchez de Lozada, la misma que fue conocida como la “Masacre de Navidad”.

Estos hechos históricos tienen sus rasgos y componentes raciales, pues las matanzas trasuntan el contenido puramente clasista, ya que se adhiere como tinta indeleble el color de la piel y el idioma hablado en los actores, los masacrados son indígenas y los masacradotes blancoides europeizados.

La esencia de esta característica racista tiene sus cimientos en la conformación de la república, en su estructuración, como país “democrático” unas veces y como emporio dictatorial otras. Bolivia es un país racista por excelsitud porque anida intrínsicamente la cualidad que le define como tal: la división social y racial del trabajo. Es decir, que la distribución social del trabajo esta definida por el origen racial, pues nadie que tenga atisbos blancoides está llamado a cumplir determinados trabajos, no puede ser cargador, ni tampoco lustrabotas. Los trabajos de baja ralea están a merced de sectores sociales indígenas. No hay burguesía que sea aymara, ni quechua. Un indio hasta antes de la revolución del 52, no tenía pisada en las calles, ni plazas de las ciudades, el sentido común del propio indígena que fue ideología de las clases dominantes, le impedía y le impide aún levantar la cabeza al paso de las “gentes de bien”.

Esta distribución social y racial del trabajo, tiene su justificación ideológica en el hecho de que el indígena es el “interdicto”, de siempre, es el llamado a estar sometido y a servir de masa votante o bien de risueñas postales, para atraer turistas entonces sí, el indígena es cultura, es folclore, se le presenta como orgullo boliviano y digno de ser visto. Pero cuando hace política, y le habla de igual a igual al subyugador, es el indio no deseable, el indio mal educado, atrevido y alzado.
Los grupos de poder y su ideología cruzan todas las esferas de la sociedad boliviana, desde la jerarquía monarca - clerical, el parlamento, el gobierno, el Estado, hasta los clubes deportivos son cajas de resonancia del sentido común racista que se respira en el ambiente. Este sentido común penetra y reproduce la ideología desde la primaria, la universidad y los círculos académicos, no es casual por tanto, que indígenas o sus descendientes mestizos se nieguen así mismos, no perciban su realidad, porque viven el ensueño ideológico racista, porque el hecho de ser “citadinos” aunque de los arrabales, o haber pisado la academia, o haber tomado asiento en el escritorio burócrata, les significa su ilusión hecha realidad. Para ellos, que tocan el cielo con las manos, a nombre de la “la movilidad social”, en el caso domestico nuestro, no deja de ser una alienación ideológica con el opresor.

Esta situación lacerante hasta la coyuntura actual no había sido puesta en evidencia de manera tan nítida, ya que a diario las acciones políticas de la derecha boliviana, se exponen en la vitrina de los medios de comunicación, en los cuales se muestran indígenas humillados golpeados y ensangrentados. Este escarnio al que es sometido el indígena en las actuaciones de las organizaciones fascistas a saber: Juventud Cruceñista (Santa Cruz), Juventud por la Democracia (Cochabamba), en Sucre y Tarija también “juventudes” que responden a los cívicos, raya el límite de lo tolerable y desnuda la naturaleza cavernaria del racismo boliviano.

Como todo racismo afincado en la superchería del “hombre superior y el inferior”[3], las hordas fascistas se amparan bajo este supuesto, se movilizan en el oriente sembrando el terror, expresando su presencia en graffitis “anticollas” como “Evo raza maldita”, “Fuera collas”, “Collas raza maldita autonomía sí”, han llegado a tomar cuerpo sobre todo en Santa Cruz y han abierto agencias en Cochabamba, Sucre, Tarija, Beni y Pando. Los cachorros fascistoides, enajenados ideológicos de las oligarquías no necesitan destilar ideología para su acción primitiva, porque han sido reclutados del lumpen, de las clases medias pobres, talvez haya por ahí alguien de los sectores burgueses, que les amamanta con la caja chica. Sus acciones obedecen a los sentimientos primarios del ser humano, a saber: la consigna de cliché, el acto reflejo de un regionalismo abstracto. Mientras estos instrumentos inconcientes de la historia pululan desafiantes con el garrote en mano, embriagados y ofuscados mentalmente. Los patrocinadores baten palmas y sacan ventaja política de sus tropelías, porque su interés supremo es crear un clima de inestabilidad política.

Para el ojo clínico las bandas fascistas obedecen intereses de terratenientes del Oriente y el Chaco, pues los latifundios - forma de propiedad arcaica de la tierra-, están en manos de grupos o clanes familiares que la acaparan con fines de engorde, especulación, desmonte y tráfico de madera. En su contenido el latifundio está determinado por las relaciones de producción donde pervive un régimen de servidumbre de tintes esclavistas[4], el trabajo de producción agrícola no se realiza en la extensión total de la propiedad hecho que genera tierras ociosas e improductivas. El uso de técnica y tecnología poco adecuadas, determina bajos índices de productividad, en muchos casos se usa solo la mano como herramienta.

De este modo, la oligarquía tiene un pie metido en el pasado y mira embelesada convertirse en una gran burguesía, sin embargo, su propia existencia depende de la propiedad descomunal del latifundio, por tanto su vida misma depende de la forma de propiedad arcaica de la tierra. Esta contradicción es su negación, hecho que ya se había manifestado con el liberalismo del siglo XIX, ahora la historia se repite en una tragicomedia y con la rudeza del fascismo que engendra un racismo a la boliviana, donde la carne de cañón para la oligarquía es el bandolero cooptado de las barras bravas y de los cuchitriles cantineros y la victima el indio que es el personificado de la osadía revolucionaria.

A la asusanza de Branco Marincovic, Rubén Costas, Manfred Reyes Villa, Lopoldo Fernadez, Ernesto Suárez Sattori, Mario Cossío, Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina, y toda la derecha reciclada y la que existe como resabios del MNR hacen coro a la “Autonomía”, para justificar su accionar, es la autonomía en abstracto la que mueve masas, concentraciones, referendums por estatutos autonómicos, y los gritos de guerra que acompañan golpizas a indígenas. Pero de manera concreta podemos apreciar que la autonomía como la plantean ellos busca perpetuar sus intereses latifundistas, sin embargo, esta simple y llana premisa no ha sido digerida aún en bastos sectores de la población, que se vio arrastrada a aprobar estatutos autonómicos latifundistas elaborados por familias, y seguro en los escritorios de sus tinterillos, pero como todo proceso político armado en laboratorio la “autonomía oligárquica” no tardará en caerse en añicos, por la naturaleza del proceso boliviano que se apresta a barrer al pasado oprobioso.

[1] La Batalla de Kuruyuqui le significo al pueblo Guaraní la perdida de 5. 000 hombres, mujeres y niños, fueron hechos prisioneros mas de 2.000, los cuales fueron “Distribuidos (…) a hacendados, curas y vecinos de honorabilidad y catolicismo conocido” Revista Socialista Nº4

[3] Un comentario anónimo de Internet que hace referencia a la nota de La Razón Ponchos Rojos Lucen Armas del 06/16/2008 dice: “Payasos Aestos aniamles proque civilizados no lo son .Deberian incautarles las armas ya que se tiene leyes para ello:Pero como el Ovejero de Evo es otro animal,seguamente que estos payasos andaran por ahi sin que nadie les siente la mano.Peroesto ya se acabar en unos mese mas ya que evo sale del gobierno por mandato popular.Ojala a Bolivia le ocurra un milagro para poder encontrar a alguien que lleve a este paiz por el camino que todos deseamos que es vivir conrespeto a mejorando nuestra calidad de vida” (sic) http://www.la-razon.com
[4] Sobre el caso la dio su palabra “La CIDH de La Comisión deplora la existencia en Bolivia de situaciones de servidumbre por deuda análoga a la esclavitud y trabajo forzoso, práctica absolutamente prohibida por la Convención Americana sobre Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales de los cuales Bolivia es parte. La Convención Suplementaria sobre la Abolición de la Esclavitud, la Trata de Esclavos y las Instituciones y Prácticas Análogas a la Esclavitud, de Naciones Unidas, define como prácticas análogas a la esclavitud "la servidumbre por deudas" y "la servidumbre de la gleba, o sea, la condición de la persona que está obligada por la ley, por la costumbre o por un acuerdo a vivir y a trabajar sobre una tierra que pertenece a otra persona y a prestar a ésta, mediante remuneración o gratuitamente, determinados servicios, sin libertad para cambiar su condición". O.E.A. Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Comunicado Nº 26/08