sábado, 18 de junio de 2011

EL PUEBLO INDÍGENA YURACARÉ – MOJEÑO
































































EL PUEBLO INDÍGENA YURACARÉ – MOJEÑO

Freddy Tarcaya Gallardo

Nota introductoria

La cultura de un pueblo se construye en el transcurso de los procesos históricos, los cuales definen cualidades y particularidades que concretan la identidad de un conglomerado social, estos rasgos distintivos están en concomitancia directa con el escenario geográfico interno y circundante de una sociedad establecida, podría decirse que este escenario modelador del espíritu de los pueblos, y la acción transformadora de los mismos produce identidades culturales.

Estos procesos constitutivos de identidades transcurren en espacios y tiempos concretos donde se concatenan dimensiones geográficas y acontecimientos sociales en tiempos y circunstancias históricas concretas.

El escenario geográfico Yuracaré – Mojeño


















Al abordar la configuración geográfica e histórica de los Yuracaré – Mojeños, es necesario primeramente definir el contenido de la palabra la Yuracarè que tendría su origen en la raíz Yura = Blanco y Care = Cara o rostro, mientras Moxos tendría su origen en las versiones de la leyenda del “Dorado” En este contexto el estudio se remonta, a tiempos donde los vestigios nos puedan dar pistas de la constitución identitaria de dichos pueblos.


















La versión de Salinas nos indica que los yuracarés -o caras blancas- extendían su “dominio” “… al sur: las faldas y contrafuertes de la cordillera andina oriental en las nacientes del rio Isiboro, Chapare, Chimoré, Ichilo y Yapacaní, al norte con las tierra bajas del Beni en la provincia Moxos, al este con el río Isiboro y bosques del Chimanes, al oeste con los ríos Yapacaní e Ichilo”. (2008: 1). Esta extensión territorial actualmente se ubica en los actuales departamentos de Cochabamba, Beni y Santa Cruz. Lo que supone que el escenario geográfico interno y externo de los yuracarés, aparece en el contexto histórico superpuesto a una territorialidad indígena ancestral, lo que equivale decir que la colonia y la republica a su turno quebraron la continuidad territorial indígena.

Es por demás sugerente que los yuracarés aparezcan en una amplitud espacial “grande”, debido sobre todo a la forma o mecanismo de relación con el territorio, que tenía como rasgo y característica principal, la traslación permanente de grupos familiares de acuerdo a las condiciones adversas o benignas de una zona, que dependían generalmente de los cambios climáticos y estacionales. “Según el explorador Tadeo Haenke y Alcides Dòrbigni cada uno en su época coincide en que el pueblo Yuracaré era nómada con asentamientos temporales que eran de acuerdo a la época del año y sus necesidades de subsistencia especialmente caza y pesca. En las temporadas lluviosas buscaban cazar en los terrenos altos y en las temporadas secas buscaban pescar en los ríos y lagunas cuyo caudal bajaba facilitando la pesca masiva en las que en algunas oportunidades iban con toda la familia”. (Salinas, 2008: 2). El espacio de ocupación territorial estaba sujeto a asentamientos temporalizados, Los yuracarés fueron y son por excelencia un pueblo itinerante cuyos asentamientos cíclicos se concretan sobre todo en las riberas de los ríos.

El pueblo mojeño actualmente está asentado en los municipios de Yapacaní y el Puente provincias Ichilo y Guarayos del departamento de Santa Cruz, también viven el departamento del Beni, realizan su vida social y económica sobre las orillas del río Ichilo y Grande, es considerado asimismo como territorio suyo el noroeste de la reserva forestal El Chore


















Interculturalidad pre colonial


















La constitución de una identidad es adquirida y atribuida en procesos históricos, que se construyen en interrelaciones territoriales, culturales y étnicas Esta movilidad dialéctica tiene su expresión en coexistencia territorial, uso e intercambio de elementos culturales y fusiones de clanes familiares, que se constituyen en nuevas particularidades étnicas.


















La interrelación territorial de los Yuracaré – Mojeños se remonta a épocas prehispánicas, en este devenir, los elementos culturales fueron el nexo por el cual estos pueblos paulatinamente se fusionaron determinando así la conformación de núcleos familiares de diferente cualidad.
Esta movilidad dialéctica del proceso Yuracaré – Mojeño tiene su piedra angular en interrelación territorial y cultural, fenómeno que se manifiesta en una franca coexistencia donde los elementos culturales juegan un rol importante usan por ejemplo, la canoa como medio de transporte, instrumento que les es común al extremo que los yuracarés y chimanes definen a este elemento cultural: la canoa, con la palabra mojeña “pajure”, esta constatación confirma que la relación Yuracaré - Mojeña se trasunta más allá de una aparente simbiosis meramente coyuntural y arbitraria


















Del mismo modo son los yuracarés, quienes se convierten en los excelentes constructores de canoas, tras aprender de los mojos el arte Cfr.: Querejazu: 236-238. Este proceso de relación intercultural no sería un hecho reciente si no que se remontaría a épocas aún pre coloniales “Prueba de ello son las lomas artificiales (con las características de la Cultura Mojeña) que se encuentran en las márgenes de los ríos Sécure, Isiboro, y Chipiriri (…) Quizás el elemento cultural (…) de mayor uso entre los Yuracarés es el mortero y la mano, que utilizan para moler sobre todo la yuca. Al mortero en Trinitario (-Mojeño-) se le dice ‘tacú’, mientras que en Yuracaré se le dice ‘tajo’. La semejanza entre dichas palabras tiende a confirmar que una (tajo) proviene de la otra (tacu). (Querejazu 2005: 238, 299).


















Esta relación intercultural entre yuracarés y mojeños dejó huella indeleble de su presencia, entendiendo como cultura a la facultad de los pueblos para transformar su entorno y enseñorearse del mismo, es decir, que los “yuras” y mojeños al relacionarse entre ellos y con la naturaleza modificaron su entorno y se modificaron así mismos, esta interrelación dio lugar a una convivencia material y espiritual


















Interculturalidad colonial


















En el proceso de colonización dadas las expediciones hacia el oriente en el siglo XVI, los yuracarés fueron conocidos en su real dimensión y en su amplia ocupación del espacio territorial, fue entonces que el dominico Tomás Chávez dio noticias de la presencia Yuracaré en la región de pie de monte de Cochabamba desde Sacaba, Beni y Santa Cruz, en el año 1639



















La zona ocupada por los yuracarés fue una ruta obligada para el ingreso Moxos, espacio territorial que albergaba a una serie de comunidades del pueblo Mojeño. Esta situación generó condiciones para el establecimiento de misiones. Para la época los franciscanos, ya a partir de 1768 llevaron a cabo acciones evangelizadoras con los yuracarés, en los asentamientos de los ríos Sécure, Chapare e Ichilo. Precisamente, “… el que descubrió la presencia de los antiguos Yuracarés fue el Obispo de Santa Cruz Ramón de Herbosa que fue el año 1768 cuando abrió la primera senda que fue con su propio dinero. El primer misionero franciscano que entro a la conquista espiritual de los antiguos indios Yuracarés fue el padre Fray Marcos de San José Menéndez Recoleto de la orden de San Francisco y fue el día 25 de julio de 1775. Esta misión tubo sus atrasos y sus desgracias por falta de apoyo económico y auxilios, posteriormente un año después en 1776 ingreso el misionero Franciscano padre Fray Thomas de Anaya quien fue el que verdaderamente sacrificó en esa tarea misional, varios años después llego el padre Fray Francisco Buyán a las misiones de Asunta y Coni; posteriormente se fundaron otras cinco misiones hasta cerca de Santa Cruz en San Carlos, ellos aseguran que no se conocía otro grupo indígena. Como en ese tiempo a los antiguos Yuracarés no les gustaba estar sometidos a los curas, desertaban constantemente perseguidos por los curas misioneros que los que los agrupaban de nuevo”. (Ídem: 2008: 18,19)

Apunta Tadeo Haenke al respecto. “En 1793, ya existían las misiones de Asunción de Yuracarés, en el Chapare cochabambino; San Carlos, en cercanías de Buena Vista, y Santa Rosa, ambos en Santa Cruz. En 1795, la región habitada por los yuracarés fue visitada por el explorador y estudioso Tadeo Haenke,…” Eran circunstancias en que la colonia afincaba su poder en los territorios indígenas de piedemonte, la labor clerical consistía en “civilizarlos” y para ello eran “cazados”. “Del tiempo de los jesuitas los yuracarés han sido todavía obligados a huir, inquietados, (…) iban frecuentemente hasta el río Chimoré y sorprendiendo a los yuracarés los ataban con lianas y los llevaban así a las misiones...” (D’Orbigny 1844: 193; Kelm 1996 en Rivera. Compilador – 1997: 155 – 156. Citado en Querejazu 2005: 44)

La iglesia no podía menos que someter a látigo y fuerza la “evangelización” La colonia tenía sus rasgos compulsivos, los indios eran considerados como “bárbaros” incivilizados, la racionalidad clerical ejercía un trato por debajo de lo humano a los indígenas. “…habían curas que maltrataban a hombres y mujeres en el trabajo, violaban a las mujeres y quemaban las casas a los que no querían estar dentro de la Misión y estos abusos eran la causa para que los antiguos Yuracarés escapen de las misiones, así consta en los escritos y especialmente ocurrían en la Misión del Chimoré” (Salinas: 2008: 19). El contacto con el cristianismo no hizo menos que desplazar a gruesos grupos poblacionales yuracarés de su habitad, generando con ello alteraciones en su entorno, de este modo muchos “yuras”, se vieron obligados a asentarse en lugares lejanos fuera del alcance clerical.


















La presencia de las misiones franciscanas en la territorialidad Yuracaré se desarrollaron desde 1773 hasta 1823, según E. Ramírez, a propósito anota la siguiente cronología.
• “En 1783, la Misión de la Asunción, también conocida como la Asunta.
• 1789, la misión de San Carlos de Buena Vista, también conocida como la Misión de los Santos Deposorios de Buena Vista.
• En 1789, la Misión de San Juan Bautista sobre el Río Coni.
• En 1796, el Colegio Franciscano de Propaganda FIDE de Tarata se hizo cargo de la Misión de San Francisco de Asís del Mamoré, ubicada en una de las cabeceras del Río Mamoré, que al parecer; funcionaba desde 1793.
• En 1797, ya funcionaba la Misión de San José de Vista Alegre del Chimoré (trasladada a la Misión del Coni)
• En 1805, la Misión de Ypachimucu, sobre el Río Chimoré.
• En 1805, la Misión de San Antonio, a orillas del Río San Mateo” (Ramírez 1998: 62-127. Citado en Querejazu 2005: 48)
Todo este proceso de cristianización tuvo un común denominador, el trato despectivo, hecho que se graficaba en las referencias peyorativas que referían al indígena yuracaré, cuando el mismo no resignaba perder su libertad y forma de coexistencia con la naturaleza.
Mientras que a mediados del siglo XVII, los jesuitas que tuvieron preponderancia en la región, fundaron en 1682 5 reducciones entre los indígenas Mojeños, más propiamente en Loreto, Trinidad en 1687, San Ignacio en 1689, San Francisco Javier y San José en el año 1691.
El régimen de las misiones cambió radicalmente la vida de los mojeños, los asentamientos permanentes equivalió a una sistemática perdida de su lengua materna, merced a la castellanización La introducción también de la producción agrícola y la producción de telas, cambiaron la vida de los mojeños, este fenómeno colonizador tuvo como contexto y fondo la catequesis católica.


















El periodo colonial con todos sus rasgos violentos contribuyó también a la interacción Yuracaré - Mojeña que fue complementándose e interrelacionándose.
“Entre otras maneras de influencia cultural se tuvo la mano de obra, tanto Mestiza como Mojeña, y los productos agrícolas, que se comenzaron a cultivar en las misiones. En 1779, por ejemplo, se llevaron desde Loreto cinco artesanos (Mojeños) para la construcción de iglesias, casas, muebles y otros enseres, y se instalaron chacos, especialmente el cacao, y el plátano fueron traídos de otras tierras, y por ende, se constituyeron en una ampliación de la flora conocida hasta aquél entonces por los Yuracarés” (Ídem 2005: 269)
Este proceso histórico en el que se constituye una identidad diferente tiene su atribución en la acción colonizadora española, donde elementos culturales como la agricultura ejerce transformación en el seno Yuracaré por parte del pueblo indígena Mojeño, fenómeno que también se refracta en estos últimos


















Interculturalidad republicana


















La republica merced al auge de la goma y la castaña trajo consigo modificaciones profundas en los asentamientos Yuracare – Mojeños, La nueva configuración territorial republicana abrió nuevas oleadas colonizadoras, así fue por ejemplo que:
En el periodo republicano, la misión de Asunción de Yuracarés fue convertida en cantón por ley del 15 de noviembre de 1844. Posteriormente, se fundaron varios pueblos además de la apertura de sendas y caminos entre ellos, iniciando un proceso de colonización que se extendería hasta el presente siglo. (Mapura 1996:12)
En 1887 familias mojeñas abandonaron Trinidad en búsqueda de la “Loma Santa” un lugar paradisiaco de paz, felicidad y abundancia, llegando a establecerse las mismas en San Lorenzo, esta migración fue causada por el asedio del ejército boliviano, ante una serie de sublevaciones indígenas contra los reclutamientos forzosos de fuerza de trabajo para su explotación en la goma y la castaña


















La novel república tenía la perspectiva de extenderse, hecho que se concretó con la vigencia y el empuje del comercio capitalista internacional, la explotación de la goma y la castaña abrió rutas y sendas para explotar las riquezas del norte amazónico


















“La ‘fiebre de la goma’ que sacudió a comienzos del siglo a los países amazónicos, también desplazó capitales, hombres de empresa de aventureros rumbo a las selvas bolivianas Y con ellos llevó los elementos que entretejieron urdimbres de drama y de tragedia. (...)” (Valdez: 1948). Esta actividad entre Mojos y Cochabamba movió nuevamente la vista hacia la población Yuracaré, aunque la producción cauchera no era propia del territorio, pero si era importante la fuerza de trabajo en la siringa. “Solo las mujeres y niños están en casa, los hombres escaparon al bosque a nuestra llegada. Temían ser apresados por lo blancos para el servicio de remo” (Nordenskiöld 1922: 35). "Alrededor de 1930 un botánico alemán llamado Hans Richter entró a la zona del Chapare a realizar una investigación. El autor menciona que toda la región del Isiboro Sécure era completamente virgen, ya que para suerte de los Yuracarés ahí no existía el árbol de la goma, (...), [éste afirmó] eran el único grupo poblador de la zona y que, por la inexistencia de contacto permanente con los blancos, habían mantenido intacta su cultura, a diferencia de los que vivían en misiones o en zonas colonizadas (...)" (Paz 48). (El Pueblo Indígena Yuracaré: La Ecuanimidad y la exclusión en el Trópico de Cochabamba http://www.monografias.com Por: Gustavo Cardoso Subieta


















En esencia la republica seguía bajo los moldes argumentos subyugadores hacia los yuracarés y mojeños, centraba su acción auxiliadora del capital en el uso de la fuerza, para enganchar a los indígenas en calidad de braceros para la locomoción de las embarcaciones.

La década del 30 marcó la última presencia de las misiones franciscanas, puesto que durante el gobierno nacionalista de Germán Buch fueron expulsados a propósito Salinas afirma:

“Es posible que la Misión del río Chapare, fuera el último lugar en que agruparon a los Yuracarés que escaparon de la Misión del Coni, porque años después los misioneros fueron abandonando su labor misionera por falta de apoyo económico y luego expulsados por un decreto presidente Coronel Germán Bush hasta más o menos los años 1930 a 1936 en que se convierte en el núcleo escolar silvícola del Chapare con el nombre de “la Misión” y su jurisdicción abarca todo el trópico de Cochabamba hasta la boca del rió Grande.” (2005: 19)

Posteriormente durante la década de los 40 y 50 los colonos empezaron a ejercer presión sobre el territorio Yuracaré, generando con ello desplazamientos humanos, pues la caza y la pesca empezaron a escasear. La colonización se vio acrecentada con la revolución del 52, ya que los campesinos quechuas y aymaras empezaron a colonizar el Chapare.
En las últimas décadas época actual se dio otro proceso de migración mojeña en el Isiboro Sécure y zonas Adyacentes, un testimonio yuracaré estampado en el libro de Querejazu gráfica de manera certera el la presencia del pueblo mojeño en la zona referido Parque y toda la cuenca de los ríos Ichilo y Sécure “Antes los Mojeños vivían en Trinidad (viven nomás ahora). Eran dueños y señores de las Pampas de Mojos, con ganados y caballares. Hasta que llegó el señor Guayocho y los esclavizó. Les quitó las Pampas y el ganado. La mayor parte se quedó en Trinidad. (…). Empezaron a andar y a buscar aproximadamente unos 50 años, y ahora se convencieron de que no hallaron la Loma Santa (…) se han distribuido en comunidades. (2005: 298).


















El establecimiento de comunidades mojeñas trajo consigo una irreversible interrelación y coexistencia Yuracaré – Mojeña, “Al respecto se han producido dos tipos de asentamiento: aquel de comunidades de un solo grupo étnico (yuracarés por ejemplo) ubicado en las proximidades de una comunidad de otro grupo étnico (en este caso Trinitarios – o Mojeños-) Es el caso Loma Alta (Yuracaré) cerca de Santa Clara (Trinitario), ambos sobre el río Isiboro. En otros casos, en una misma comunidad conviven familias Yuracarés con Trinitarias, (…). Una tercera variedad que se da en esta relación interétnica es cuando en una comunidad Trinitaria vive también una familia Yuracaré. Es el caso de Santisima Trinidad en el Sur del Parque Isiboro Sécure. Si bien en todos estos tipos de comunidades existe la tendencia de que cada grupo mantenga su cultura, tradiciones y cosmovisión, el sincretismo entre ambas etnias es irremediable. (Querejazu 2005: 298).


















Las comunidades Yuracré - Mojeñas se desarrollan como organización societal y tienen su existencia antiquísima, la misma que se basó en relaciones sociales de intercambio y de parentesco, desarrolladas en su territorialidad de manera continua y discontinua, debido a quiebres territoriales de las presiones exógenas coloniales y republicanas.

Estas yuxtaposiciones sincréticas en un proceso histórico generan nuevas particularidades, que concretamente dieron lugar a la categoría Yuracare – Mojeño, que puso en tela de juicio la mirada parcelada de la realidad, en la que la solo se toma en cuenta el idioma como requisito imprescindible para adscripción a una identidad determinada, sin bien es un elemento cultural estructural para la definición de un grupo étnico, no puede ser el único pues la cultura material y espiritual trasunta más allá de la percepción metafísica, peor aun cuando el uso de un idioma se condiciona a la posibilidad de elegir su uso de acuerdo al entorno y las circunstancias, de vida y convivencia cotidiana de los pueblos.

Los yuracarés

Las Tierras comunitarias de Origen


En 1996 una marcha indígena de dimensión nacional irrumpe en el escenario, cuyos objetivos contenido no cambia al de la marcha de 1990, la cual fue denominada “Por Tierra y Territorio, Derechos Políticos y Desarrollo. Luego de 80 días de marcha, negociaciones y la muerte de 3 marchistas, se promulga la Ley INRA y con ello la posibilidad de titulación de las TCOs.

El pueblo Yuracaré ocupa territorialmente gran parte del trópico de Cochabamba mientras que el pueblo mojeño actualmente está asentado en los municipios de Yapacaní y el Puente provincias Ichilo y Guarayos del departamento de Santa Cruz, realizan su vida social y económica sobre las orillas del río Ichilo y Grande, también es considerado como territorio suyo el noroeste de la reserva forestal El Chore.

Actualmente existen dos TCOs, en las cuales coexisten familias Yuracares y Mojeñas: Tierra Cominitaria de Origen Yuqui – Consejo Indígena Río Ichilo y la TCO de la Comunidad Indígena Yuracaré y Trinitaria, esta última fue la que originó la categoría Yuracaré – Mojeño, cuyo reconocimiento se remonta al 2008, año en que el Estado tituló dicha Entidad Territorial Indígena Originaria.

FUENTES CONSULTADAS


CARDOSO, Gustavo, El Pueblo Indígena Yuracaré: La Ecuanimidad y la exclusión en el Trópico de Cochabamba. http://www.monografias.com

HAENKE, Tadeo, Descripción Geográfica, Física e Histórica de las Montañas avitadas de la Nacion de los Yndios Yuracarees 1796.

MAPURA, Gustavo, Culturas indígenas de Bolivia. Ed. Inti. La Paz – Bolivia. 1996

QUEREJAZÚ, Roy, La Cultura de los Yuracarés, su Habitad y su Proceso de Cambio. Ed. Impresiones Poligraf. Cochabamba – Bolivia. 2005.

SALINAS, Walter, Historia de los Yuracares Originarios del Trópico de Cochabamba, s/e. Cochabamba – Bolivia. 2008