martes, 21 de abril de 2009

EL RACISMO: UNA FORMA ENCUBIERTA DE OPRESIÓN









EL RACISMO: UNA FORMA ENCUBIERTA DE OPRESIÓN



Freddy Tarcaya Gallardo



El racismo es una expresión ideológica retrograda, que adquiere connotaciones de acción política en los grupos dominantes de sociedades escindidas en castas, clanes, en fin, entre opresores y oprimidos. Este ejercicio o recurso ideológico es usado para justificar y perpetuar intereses económicos y políticos; aparentemente esta afirmación puede apreciarse de subjetiva, sin embargo, el criterio de verdad corresponde ser demostrado en la realidad concreta, en el proceso histórico de este fenómeno social.









Ahora bien, la existencia del racismo se engendra en las sociedades esclavistas cuyas formas de producción requerían la existencia de propietarios y esclavos estos últimos en calidad de “herramientas parlantes” como afirmaría Aristóteles, vale decir, como propiedad: humanos sin voluntad susceptibles de ser transferidos, vendidos y a veces asesinados, cuando la “herramienta” no cumplía las expectativas de la producción o bien las veleidades del amo. La diferencia casi nula entre el animal y un esclavo lo patentiza con claridad meridiana Aristóteles[1].
La justificación ideológica de este régimen económico, se halla precisamente en la explicación de que hombres inferiores de determinados pueblos, debieran cumplir labores domesticas y de producción en beneficio de las castas dominantes, que habían sometido a sus semejantes en guerras de conquista, los derrotados eran convertidos en esclavos, hombres de hecho ya “inferiores racialmente”. De este modo, la existencia de la sociedad esclavista descansaba en el supuesto inferior de los esclavos, que por destinos divinos vivirían cautivos como prolongación de las ideas y acciones del propietario. La diferencia entre hombres superiores e inferiores se concreta de este modo en el racismo, es decir, en el hecho de que determinadas razas superiores estaban llamadas a dominar a las inferiores. El racismo químicamente puro, por tanto tiene su génesis en la premisa del hombre superior y el inferior, del hombre que esta bendecido por la divinidad y el hombre maldito que nació para ser esclavo.


El proceso de colonización a su turno reprodujo esta concepción, que se convirtió en sentido común de los conquistadores, la floreciente Europa medieval, generó condiciones para la búsqueda de colonias y nuevas rutas marinas para un creciente comercio internacional, África se convirtió en el proveedor de esclavos, los negreros ingleses, holandeses, franceses, portugueses y españoles, cazaban negros en la jungla africana, los comerciaban como meras mercancías, los esclavos no eran hombres, tampoco tenían alma, engrillados, hacinados y calidad de “carga” eran transportados para cumplir trabajos forzados en las colonias del nuevo mundo, que se aprestaba a fortalecer el nuevo régimen económico: el capitalismo.





















LA COLONIA



El nuevo mundo conquistado, para sus habitantes por designios de la “suerte divina”, fue el oprobio que los estigmatizaba como vencidos y confiscados, por tanto, destinados a ser oprimidos, explotados humillados y masacrados cuantas veces se rebelaron. Pese a ello entre los conquistadores y sus descendientes, hubo “defensores” los cuales denunciaron y combatieron la “injusticia” del régimen colonial. Sin embargo, tenían en su concepción una posición racista en el sentido de que los indios tenían limitadas sus facultades físicas e intelectuales, por tanto, era justo para ellos, que estuvieran sujetos a un status de inferioridad social o tutelaje en calidad de interdictos bajo el manto clerical.





De este modo algunos clérigos y legisladores, como Las Casas o Vitoria, recurrieron a la “piedad cristiana” para justificar su acción. Pero en la práctica el rigor del nuevo sistema colonial, con todas sus iniquidades fue impuesto sobre las consideraciones morales y misericordiosas de algunos “cristianos”



El siglo XVIII trajo consigo para el sistema colonial una serie de fisuras y quebrantamientos, es decir, crisis económicas, sociales y culturales que advertían la conclusión de su ciclo histórico. Las sublevaciones de los Amaru, Katari y otras rebeliones indígenas transcurrieron violentas y se expresaban en la sucesión de acontecimientos, en distintos escenarios geográficos. Por otro lado, los criollos ilustrados iniciaron el despertar de la “conciencia independentista”, sin dejar de lado el fuerte prejuicio racista que compartían con los españoles.



LA REPUBLICA

La independencia de la colonia no contribuyó a mejorar el estado de miseria, explotación y segregación racial de los pueblos indígenas. Las políticas agrarias y otras medidas contrarias y ajenas a su cultura, adoptadas por el liberalismo, entraron en contradicción con la existencia misma de las naciones originarias. La “Ley de Exviculación” con el pretexto de incorporar a los indios como ciudadanos libres e iguales a los demás en derechos y obligaciones en el seno de la República de Bolivia, expuso el profundo colonialismo económico y cultural al expropiar las tierras indígenas y enajenarlas en provecho del criollaje.

La pérdida de territorios y tierras comunitarias erosionó la base en que se sustentaban la producción agraria tradicional, muchos indígenas quedaron encadenados y obligados a cambiar su fuerza de trabajo por sustento en las haciendas en calidad de pongos. La situación propició la sublevación de Zarate Willca quien comando la eclosión indígena de finales del siglo XIX que pretendió poner fin a la ignominia indígena, en su afán fue derrotado y eliminado por los cancerberos de José Manuel Pando.

Liberales y conservadores de la época pese a sus intentos por liberalizar Bolivia fracasaron estrepitosamente, la verborrea y desesperación por convertir al país en un emporio capitalista floreciente, halló su mentís en la propia composición social y económica de los oligarcas. No eran Capitalistas ni burgueses, eran herederos del viejo régimen feudal traído de España, con ideas extrañas a su forma de existencia, pues su riqueza descansaba en el trabajo esclavo de los pongos, en las viejas relaciones de producción precapitalistas. “Empresarios” mineros algunos sólo alcanzaron a ser proveedores de materias primas, fueron una clase social que se asemejaba a la labor de los mercachifles intermediarios del capital internacional, ellos no podían convertir al país en un sueño europeo, tenían los pies clavados en la hacienda servidumbral. .

A alguien había que echarle la culpa de tal situación dantesca de este modo el “liberalismo” halló su justificación ideológica en la resonancia del “Darwinismo Social”: fuente de las ideas racistas que atribuían la "inferioridad" del indio. Consideraba que las sociedades, razas, clases y la propia evolución humana se regía en general por la ley de los vencedores y vencidos. Fue una aplicación mecánica a la problemática social, de la ley biológica de Darwin sobre la “supervivencia del más apto”. Bajo esta premisa los explotados sólo se explicarían por su “inferioridad física o biológica”, sin recursos explicativos y apoyados en esta corriente oscurantista los célebres “verdugos reaccionarios” de la oligarquía liberal hicieron coro unísono del pensamiento "Darwinista":

Entonces los científicos sociales de la época dieron rienda suelta a sus elucubraciones intelectuales de su percepción social y económica del país, decían que la “La raza indígena (...) la única modificación que ha experimentado es indudablemente la religiosa, cambiando el culto al sol por el catolicismo: es inferior en inteligencia, en condiciones físicas y morales, su ignorancia no tiene comparación (...) como elemento político es nulo y se mantendrá en esta condición hasta extinguirse en virtud de la ley fatal de que las razas superiores vienen dominando y destruyendo a las inferiores...” Centro De Estudios De Potosí 1892: VIII, IX)


Bárbara afirmación que destila odio, racismo y desprecio, por el aymara o el quechua. Pero no fue solo un anónimo Centro de Estudios que consideraba al indio como al último ser en la escala de la vida social republicana.

Gabriel Rene Moreno (1834 - 1909), uno de los bibliógrafos más respetables de la elegante historiografía “oficial”, enfatizó también que "El indio incaico es sombrío, asqueroso, uraño, prosternado y sórdido. Hoy la Universidad de Santa Cruz lleva su nombre. Por lo tanto, según José Manuel Pando, ex presidente de Bolivia -1899- 1904, dada la existencia inútil de “Los indios (…) - además de ser - seres inferiores (…) su eliminación no es un delito sino una 'selección natural” decía el carcelero y autor intelectual del asesinato de Zarate Willca. A cuyo honor se creo el departamento de Pando.




Las circunstancias históricas y las percepciones ideológicas sobre el indio fueron en consonancia con el ruido de tambores de guerra en sendas masacres de indígenas en Jesús de Machaca en 1922 y la masacre de mineros en Uncía en 1923. Bajo la presidencia del ilustre Bautista Saavedra (1870-1939), ex presidente de Bolivia- 1920-1925-quien clasificaba a los indígenas como: “orangutanes sanguinarios (…) – que- sacian y embriagan hasta el embrutecimiento; engullen a puñados de coca, que anestesia su sensibilidad física. (...) El indio es apenas una bestia de carga, miserable y abyecta, a la que no hay que tener compasión y a la que hay que explotar hasta la inhumanidad y lo vergonzoso- fueron expresiones del memorable presidente, que ahora tiene inmortalizado su nombre en una Provincia de La Paz.

El ministro, embajador además, de escritor novelista y fanático liberal Alcides Arguedas (1879-1946), pasó su vida pretendiendo explicar las causas del atraso boliviano llegando a concluir fatalmente que el exterminio indígena era la solución a los sueños europeizantes de los grupos dominantes, aconsejaba a su tribuna diciendo que: “es costumbre en la municipalidad servir a los canes bocaditos de pan con estricnina dentro, para de este modo fácil, cómodo, barato, higiénico y eficiente, librarse de la plaga. Propongo que en los indios se use igual procedimiento... estoy enfermo de asco. Genial solución del bravo intelectual racista, hoy como todos los contemporáneos suyos se le recuerda en todos los rincones del país en calles, avenidas y colegios.

[1] Los demás animales no pueden ni aun comprender la razón, y obedecen ciegamente a sus impresiones. Por lo demás, la utilidad de los animales domesticados y la de los esclavos son poco más o menos del mismo género. Unos y otros nos ayudan con el auxilio de sus fuerzas corporales a satisfacer las necesidades de nuestra existencia. (Aristóteles La Política libro primero capitulo II)